Clamor
Atrapado entre cuerdas de seda
que encierran al más fuerte,
condenado a una ley nunca impuesta,
preso en la propia esencia,
librado a esta suerte.
Los albores de la desdicha
atienden un llamado
que nunca nadie hizo
y se autoinvitan a un festín
donde traen sus presentes
al primer postor de vivencia
y en sucia condena marcan
la peripecia del anfitrión.
En total desazón la fiesta
y la desgracia han empezado
como presa desposeída de luchadores
para caer en avaricia de hienas.
Y uno sólo mira como las gotas
en segundos pasan y como
esas gotas enrojecen y espesan
en el hedor de la propia carne
impía y efímera, valiosa sólo
para un club social de tumbas.
Sin contar más, estando en plena
putrefacción, sosegado por el evento
lleno de gotas ensangrentadas
y harto de un juicio sin códigos,
sin leyes y de pura habla.
Sin poder soltarse de la seda,
sin poder destruir al cuerpo
o destruirlo todo.
Enturbiado por la presencia
de negros vestigios de la existencia
y con deseos macabros, ajenos a uno.
Sólo la esencia, permanece pura.
Pura pero presa, en un mundo
donde justos mueren en la infamia
y corruptos bailan al compás de la vida
con la providencia negra y nebulosa.
Impotencia y extremismos;
paradójicos compañeros.
Cuando no van de la mano,
sólo queda una liberación.
Todo se reduce a un fuerte
y poderoso clamor,
provocador de terremotos,
caos y tempestad.
La esencia, al menos ella,
quedará libre del cuerpo
consumado, convertido
en cadáver viviente
esperando el retorno
de su ánima. Que volverá
cuando esté perdida en el espacio
y tenga que volver a su hogar.
Y así la historia se repite,
hasta que se produzca
la salida,
de otro clamor.
que encierran al más fuerte,
condenado a una ley nunca impuesta,
preso en la propia esencia,
librado a esta suerte.
Los albores de la desdicha
atienden un llamado
que nunca nadie hizo
y se autoinvitan a un festín
donde traen sus presentes
al primer postor de vivencia
y en sucia condena marcan
la peripecia del anfitrión.
En total desazón la fiesta
y la desgracia han empezado
como presa desposeída de luchadores
para caer en avaricia de hienas.
Y uno sólo mira como las gotas
en segundos pasan y como
esas gotas enrojecen y espesan
en el hedor de la propia carne
impía y efímera, valiosa sólo
para un club social de tumbas.
Sin contar más, estando en plena
putrefacción, sosegado por el evento
lleno de gotas ensangrentadas
y harto de un juicio sin códigos,
sin leyes y de pura habla.
Sin poder soltarse de la seda,
sin poder destruir al cuerpo
o destruirlo todo.
Enturbiado por la presencia
de negros vestigios de la existencia
y con deseos macabros, ajenos a uno.
Sólo la esencia, permanece pura.
Pura pero presa, en un mundo
donde justos mueren en la infamia
y corruptos bailan al compás de la vida
con la providencia negra y nebulosa.
Impotencia y extremismos;
paradójicos compañeros.
Cuando no van de la mano,
sólo queda una liberación.
Todo se reduce a un fuerte
y poderoso clamor,
provocador de terremotos,
caos y tempestad.
La esencia, al menos ella,
quedará libre del cuerpo
consumado, convertido
en cadáver viviente
esperando el retorno
de su ánima. Que volverá
cuando esté perdida en el espacio
y tenga que volver a su hogar.
Y así la historia se repite,
hasta que se produzca
la salida,
de otro clamor.
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